Todo
comenzaba a ser perfecto en la vida de Humberto, su familia, su profesión, sus
amigos, todos los aspectos de su vida glamorosos, sin excepción. Su pasión, la
música.
Humberto
dejo entrar a su vida hace tres años a una persona llamada Abelina, su
profesión, musa profesional.
Humberto
y Abelina se conocieron como conoce el mago sus actuaciones, intencionalmente,
sin la remota idea de cómo saldrán las cosas, su refugio, sus caricias.
Un
día tras tres años de compartir sus labios, sus lágrimas, sus ilusiones, vaya
su amor (como dicen los enamorados) Abelina ha llegado a una conclusión sobre
su relación imantada con Humberto, dice ella que en el amor hay que terminar
para saber por qué se empezó. El presagio de una inminente ruptura parece
cuestión de palabras y abrazos.
Humberto
siempre fugaz de la pérdida y temeroso de la toma de decisiones, decide
contestar a la bella Abelina con los párrafos de una canción que ha empezado
hace un par de días.
-No
esta terminada, pero creo que te entiendo, comentó el fantasioso Humberto
-no
importa, quiero escucharte, sabes que me gusta tu voz, dijo ella
-
Aquí va…
Llueve,
llueve sin parar
Las
gotas caen sin pensar donde aterrizar
Las
nubes vacían su robusta blancura
El
gris las colorea, se fragmenta su tranquilidad
Así
empieza la vida, cargada de energía
Que
se desvanece con nuestros insolentes desafíos
Así
empieza el destino a dejar de constante
Para
tan solo ser un aviso universal
Intento
darle sentido a la vida
Y no
comprendo la muerte, ese es mi error
Concibo
un mundo arrogante, sin temor
Mi
voluntad no cae, ni se da por vencida
Sin
conocerte invoque el amor,
Dedique
mi vida a jugar con el, te veo contenta
Y
hoy no sé que hacer
Ojala
vaciar esas nubes fueran la solución,
Estos
acordes son de gracia
Quiero
que seguir con mi vida y decirte, adiós.
Abelina
sin habla perfumo sus labios con el mas dulce néctar de la eternidad, se acercó
a Humberto, se puso frente a él y sentenció su boca con el beso más añorante
que una musa puede dar, aquel que jamás se repite pero perdura con la vigencia
del fin del mundo, aquel que solo las dedicadas a esa profesión aprenden a dar.
Abelina
sello aquel momento de paz fúnebre, que relaja los espíritus, Humberto sin
palabras , segado ante aquel perfume, cedió.
Separaron
sus bocas, se miraron con anhelo, sus
ojos cristalinos fueron la fiel complicidad que buscaban, andarán nuevos
caminos, ella volverá a ejercer su profesión y el terminará la canción que
nunca empezó.
Las
lágrimas son la voz acuosa de una tristeza que ha decidido no hablar.